>> "La Biblia de la memoria", Gary Small >> Por Redacción Pharus.info
Existe una forma de escribir libros de divulgación científica, especialmente cuando ésta hace referencia a temas relacionados con el cuidado de la salud, que consiste en que un experto en la materia, más que disertar, entable conversación directa con el lector y, tras explicarle básicamente en qué consiste el problema del que trata el libro, le aconseje cómo enfrentarse a él. “La Biblia de la memoria” se inscribe en esta categoría: su autor, el doctor Gary Small, es neurocientífico y director de la Clínica de la Memoria y del Centro del Envejecimiento de la Universidad de California (UCLA) y en esta obra nos describe claramente el funcionamiento y bases neurológicas de la memoria, apoyándose para ello en la descripción de los últimos avances realizados en este campo (terapias neuroquímicas, investigación con células madre, terapia génica) y en la relación de numerosos casos clínicos. Pero no conforme con esto, tal y como anuncia en el subtítulo de su libro, nos revela detallada y sistemáticamente todo un programa de “estrategias innovadoras para rejuvenecer el cerebro”.
 
 
  Small parte de la base de que los fallos de memoria son inevitables, como consecuencia del envejecimiento cerebral, el cual está causado, a su vez, por una mezcla de factores genéticos, ambientales y conductuales. De hecho, gracias a las más modernas técnicas de exploración se ha podido descubrir que muchas décadas antes de que se manifieste el deterioro cerebral a través del desarrollo de la enfermedad de Alzheimer o de algún otro tipo de demencia senil es posible detectar en el cerebro sutiles signos de envejecimiento en forma de las placas amiloides y los ovillos neurofibrilares característicos de estos trastornos. Será con el paso del tiempo cuando estos “sutiles signos” vayan haciéndose cada vez más palpables: un 40% de las personas mayores de 50 años, un 50% de las mayores de 60 y un 70% de las mayores de 70 presentan “deterioro de la memoria asociado a la edad”, trastorno que queda definido por un menor rendimiento en tests de memoria y por la conciencia subjetiva de haber sufrido cambios significativos en esta capacidad. De no tomarse medidas en este momento, la persona suele verse abocada a un deterioro cognitivo general y, por último, al Alzheimer.
 
 
  A pesar de todo esto, los últimos descubrimientos médicos nos muestran que podemos evitar las peores consecuencias del implacable proceso de decadencia cerebral, llegando a ralentizarlo e incluso detenerlo. La clave está, como en otras muchas ocasiones, en la prevención: “la actividad mental constante a lo largo de la vida es una importantísima medida de prevención de una futura degradación cognitiva”. Según el autor del libro, “las buenas memorias no nacen, se hacen” (lo que implica, por ejemplo, que la memoria fotográfica sea sólo un mito con el que se disfrazan “buenas técnicas para memorizar”), así que todo consistiría, esencialmente, en evitar la interrupción de aquellas actividades que impliquen ejercicio mental (algo que ocurre tras la jubilación) y en entrenar nuestro cerebro para que se vaya volviendo más eficiente, para que pueda conseguir los mismos resultados con el menor esfuerzo posible. Como ha planteado una difundida teoría, la cuestión queda resumida en la disyuntiva “úsalo o piérdelo”.
 
 
  Entra entonces en juego la profunda vena práctica de “La Biblia de la memoria”, ya que Small aprovecha su libro para proponernos las líneas básicas de un programa contra el envejecimiento cerebral, que, ilustrado por numerosos ejercicios de sencilla aplicación, arranca con el establecimiento de una línea base mediante la autoevaluación de la memoria, tanto objetiva como subjetiva.
 
 
  El segundo punto de este programa se centra en el aprendizaje y práctica de una cadena de técnicas básicas para mejorar la memoria, que el autor resume mediante tres verbos: “mirar, crear (imágenes mentales) y vincular”. La primera consistiría en la observación activa y atenta de los materiales a memorizar, realizando una selección previa de los relevantes y organizándolos para favorecer una recuperación más eficaz. La segunda supondría la creación de imágenes mentales, reales o imaginarias, pero siempre lo más vívidas, detalladas y significativas posibles (la inclusión de matices personales o creativos es, en este sentido, de gran ayuda). Por fin, la tercera implicaría el establecimiento de conexiones entre las imágenes, fusionándolas, yuxtaponiéndolas, modificándolas...
 
 
  A partir de aquí, Small indica la necesidad de diseñar un programa personalizado de “aeróbic mental”, teniendo siempre en cuenta que, para hacerlo correctamente, es conveniente diversificar el tipo de ejercicios y no forzarnos, para evitar la frustración que conlleva el esperable fracaso frente a desafíos que excedan claramente nuestras posibilidades. Además, sugiere que afrontar las tareas cotidianas de manera creativa y tratar de resolver problemas que impliquen pensamiento creativo mejoran los resultados generales.
 
 
  Sin embargo, el ejercicio mental no es suficiente, en opinión de Small. Para impedir de verdad el envejecimiento cerebral, son imprescindibles hábitos de vida saludables: hacer ejercicio, no fumar (si se fuma, el riesgo de padecer Alzheimer se dobla), no comer ni beber en exceso, establecer relaciones sociales ricas y tener variedad de intereses. Y es que, al cuidar nuestro estado de salud general, cuidamos el estado de nuestro cerebro. Así, la hipertensión, el colesterol alto y la diabetes son factores de riesgo de primer orden en el deterioro neurológico. De manera esquemática, citaremos los consejos de Small en lo tocante a dos de estos hábitos:
 
 
  · Alimentación sana: consumir alimentos ricos en vitaminas C, E y antioxidantes (las frutas y verduras y el té) y mantener a raya la ingesta de calorías, azúcares (por otro lado, imprescindibles para el cerebro, ya que las neuronas no pueden obtener glucosa de grasas y proteínas) y, sobre todo, de grasas de origen animal (el colesterol aumenta el riesgo de padecer Alzheimer). En este sentido, hay que destacar que el aceite de oliva (las grasas poliinsaturadas, en general) es un excelente protector contra el deterioro cerebral. Al parecer, uno de los ácidos grasos Omega 3 (poliinsaturados), el docosahexanoico, estimula la producción de acetilcolina, neurotransmisor vital para la memoria y principal carencia neuroquímica en el Alzheimer. Quizás por el papel preponderante del aceite de oliva en ella, Small valora muy especialmente las virtudes de la dieta mediterránea, como demuestra el que ofrezca un apartado específico sobre ella y ejemplos de menús.
 
 
  · Ejercicio: hasta el ejercicio más suave, con tal de que sea constante, puede ayudar a prevenir los déficits de la memoria. Existen numerosas razones para ello: según recientes investigaciones, el ejercicio estimula la producción de nuevas neuronas; libera endorfinas (antidepresivos naturales), aumentando así el flujo sanguíneo y la cantidad de oxígeno que éste transporta; mejora el rendimiento cerebral; potencia la actividad del lóbulo frontal, relacionado con las actividades psíquicas más complejas (las conocidas como de “control ejecutivo”); etc.
 
 
  Mencionaremos, por último, las referencias que hace Small a dos temas estrechamente relacionados con la memoria: el estrés y el Alzheimer.
 
 
  El estrés influye negativamente en la fijación y recuperación de los recuerdos, así como en la prevención del deterioro cerebral. Según la visión que ofrece Small, se trata de una respuesta adaptativa ante situaciones de peligro, que se convierte en un problema cuando la desencadenan situaciones en las que no existe amenaza física. Para combatirlo, el autor propone fijarse metas realistas, ejercicio regular, tomarse pequeños descansos en mitad de la actividad cotidiana, prepararse con tiempo frente a las situaciones estresantes, aprender a relajarse, eliminar el consumo de productos que contengan cafeína, dormir bien, equilibrar trabajo y ocio, reírse a menudo y comunicar a otros nuestros sentimientos.
 
 
  En cuanto al Alzheimer, Smal ha incluido en “La Biblia de la memoria” un muy detallado apéndice: cuáles son sus síntomas, cómo evoluciona, qué efectos tiene en el paciente y en su entorno, cómo se diagnostica, cómo se debe tratar con el enfermo... En este apéndice se destaca la importancia de la detección precoz para frenar en la medida de lo posible su avance. En la actualidad, existen sofisticadas técnicas, desde el PET hasta el análisis genético, que facilitan esa detección. Se piensa que en un futuro inmediato, gracias a estas técnicas, se podrá intervenir con carácter preventivo incluso desde la juventud.